Madre Superiora Martha Vásquez, Madre Élida Duque, quien muy gentilmente nos ha atendido en nuestras peticiones, queridas Madres Dominicas, queridas compañeras, familiares y amigos presentes, buenos días a todos.
En este hermoso día, que estamos celebrando nuestras Bodas de Oro de graduadas en este prestigioso colegio, para mí es un honor hacer uso de la palabra a nombre de todas las que somos parte de la Décima Segunda Promoción 1973 -1974.
5O años no es poca cosa, es medio siglo, donde el tiempo ha pasado, pero los recuerdos y las amigas quedan. Una ocasión tan especial como esta, es motivo de celebración y conmemoración, incluso en medio de estos momentos difíciles que vivimos en la actualidad.
En este reencuentro tenemos sentimientos encontrados, de alegría por nuestras Bodas de Oro y de tristeza por las que no están, compañeras que por diferentes razones no pudieron estar presentes hoy y otras porque Dios las llamó a Su Presencia. Al regresar Y pasar por las puertas del colegio, la emoción nos embarga. Algunas han vuelto en diferentes oportunidades ya sea acompañando a sus hijos o a sus nietos, y otras han venido por primera vez después de varios años. Todas, sin excepción, sentimos nostalgia por los años que permanecimos aquí, unas llegamos en Preparatorio a la edad de 5 años y después de 13 años de estudiar aquí nos graduamos, como Patricia Marcos, Jeannine Naranjo, Grace Naranjo (fallecida) y la que les habla. Otras fueron llegando en diferentes grados o cursos, y en todos esos años de escuela y colegio fuimos estrechando los lazos de nuestra amistad.
Hoy me encuentro aquí para expresar mi más profundo agradecimiento a este maravilloso colegio Santo Domingo de Guzmán, que fue mucho más que un lugar donde estudiar, fue nuestro segundo hogar durante todos esos años. Tuvimos el privilegio de asistir a este magno colegio, donde al abrigo de una familia educativa, fuimos formadas académicamente con destacada excelencia, y es muy conmovedor sentir que aún pertenecemos y seguiremos perteneciendo al Santo Domingo de Guzmán durante toda la vida en la categoría de ex – alumnas.
A través de los años vimos crecer el colegio en todos los aspectos, no sólo en lo académico sino también en su estructura. Siempre se buscó el mejoramiento en cuanto a elementos educativos con insumos, recursos, infraestructura, procesos de enseñanza, logros y alcance de metas, fueron equipándose con laboratorios y ampliando las instalaciones. Pero no sólo en esto ponían su atención, sino que al mismo tiempo que nos brindaban conocimientos, se preocupaban por nuestra parte espiritual. La educación fue más allá de las materias académicas, se centraron en formarnos como seres humanos íntegros, capaces de enfrentar los desafíos del mundo con principios éticos sólidos, valores que nos enseñaron desde pequeñas. El colegio nos ofreció un ambiente seguro y propicio para el aprendizaje, donde nosotras nos sentimos valoradas y respetadas. Las Madres y los profesores estaban capacitados para integrar la enseñanza de valores en todas las actividades, asegurando que los valores no sean sólo teoría, sino que se vivan en la práctica diaria. Nos prepararon para la vida, equipándonos con las herramientas académicas, confianza y los valores que necesitábamos para ser mujeres íntegras y responsables.
Desde el primer día que llegamos a la escuela sentimos la calidez del trato por parte de las Madres, la atención y el amor que nos daban, nos hacían sentir muy especiales y querer regresar siempre a clases. Qué importantes eran sus enseñanzas acerca de Dios, en la Primaria teníamos una materia llamada La Historia Sagrada, teníamos un Nuevo Testamento que venía en la lista de libros que lo leíamos y fue así que comenzamos a conocer a Dios y a amarlo. Nos enseñaron con el ejemplo la devoción al Señor cuando nos llevaban a la primera capilla que tuvo el colegio, una capilla pequeña y muy acogedora. Supieron sembrar bien la semilla en nosotras y cayó en buena tierra dando buen fruto, que aún al pasar los años el amor por nuestro Señor está presente en nosotras. A la edad de 8 años nos prepararon para hacer la Primera Comunión, la hicimos vestidas con un hábito semejante al de las Madres, fue un evento grande que se realizó en el patio del colegio. Todas nos sentíamos felices de haber dado este paso tan importante.
Quiero agradecer y honrar a aquellas Madres que fueron nuestras maestras en la Primaria y que la mayoría ya ha fallecido. Fuimos muy bendecidas al ser ellas quienes nos guiaron en nuestros primeros años de vida escolar.
Luego pasamos a la Secundaria y a los 12 años se nos abría un mundo nuevo, pasamos de ser niñas a ser señoritas, con más responsabilidades y nuevos intereses. Aprendimos a ser conscientes de nuestras obligaciones y deberes. Los maestros se encargaron de irnos orientando para poner en práctica los valores adquiridos con la aplicación de diferentes estrategias de enseñanza como con tareas, convivencia con las compañeras, trabajos en equipo y más, logrando que demos la mejor versión de nosotras durante esos años de estudio y donde aprendimos Valores que siempre han estado presentes como: el respeto, la responsabilidad, la tolerancia, el compañerismo, la perseverancia, la importancia del esfuerzo y el trabajo en equipo.
Así mismo quiero agradecer y honrar a todos los maestros que tuvimos en esta etapa ellos nos enseñaron con dedicación y paciencia, nos hicieron sentir que éramos capaces de lograr todo lo que nos propusiéramos, ellos creyeron en nosotras, nos transmitieron no sólo sus conocimientos, sino también nos enseñaron con su ejemplo de vida. Ellos fueron muy importantes y un referente para todas.
Pero hay un maestro que fue muy especial para todas nosotras y él fue el maestro Carlos Arijita, que dirigía el coro del colegio en ese entonces. Qué emoción recordarlo. Para nosotras era un privilegio ser parte del coro, donde poníamos tanto empeño para ensayar para que las presentaciones salieran perfectas y poder lucirnos.
Participábamos en muchos concursos donde siempre quedábamos como uno de los mejores coros. Teníamos un amplio repertorio y fueron inolvidables las interpretaciones corales de la música escogida como: Dominique, Alma Llanera, Vasija de Barro, La Niña Guayaquileña y en la época navideña no podían faltar los diferentes Villancicos propios de la época.
Crecí viendo a mi mami junto a las demás mamás de mis compañeras, trabajar en todas las actividades que realizaba el colegio para que fueran inolvidables. La Kermese era muy esperada por el alumnado. Para mí era un día lleno de diversión y todas colaborábamos para sacar fondos para los distintos proyectos que tenía el colegio como la construcción del nuevo edificio, la construcción de la piscina, etc. Habían juegos, tómbolas, rifas, se vendía comida, habían presentaciones y muchas más actividades donde disfrutábamos toda las familias.
Otra fecha importante y que también la esperábamos era la presentación de la Revista de Gimnasia. Eran de lujo. Todas correctamente uniformadas y con nuestros movimientos iguales. Habíamos practicado tanto que no podíamos equivocarnos. Todas nos movíamos a la orden de la maestra, con un pitazo que daba ya sabíamos qué teníamos que hacer y para dónde movernos. Eran muchas alumnas que nos presentábamos, pero era un solo movimiento el que se veía. Las presentaciones salían perfectas y para nosotras era una gran satisfacción haberlo logrado.
Cómo no agradecer a nuestro amado colegio Santo Domingo de Guzmán, hoy llamado Unidad Educativa Particular Bilingüe Santo Domingo de Guzmán, por las muchas vivencias y experiencias enriquecedoras que siempre lleva remos con nosotras. Gracias por apoyarnos y guiarnos. Gracias por ofrecernos una educación de calidad. Gracias por haber sido una parte fundamental en nuestra formación y por prepararnos para enfrentar los desafíos que la vida nos tenía preparado. Gracias por todo lo que nos dieron y por todo lo que hicieron por nosotras. En los corredores y en las aulas del colegio quedaron nuestras risas, las anécdotas compartidas, la adrenalina previa a los exámenes, la decepción y el enojo ante algunos fracasos, las voces queridas de algunas compañeras que ya no están con nosotras.
Hoy estamos aquí nuevamente en nuestro amado colegio, aliado de nuestros sueños de adolescentes, donde se forjó nuestra linda amistad y que estoy segura perdurará por siempre. Regresamos como mujeres maduras, llevando nuestra mochila cargada no de libros, sino de momentos felices, de logros, de proyectos realizados, pero también de pérdidas, de desencantos, de derrotas. Pero, estamos aquí para agradecer a todos los que acompañaron nuestro transitar por este colegio, agradecer a Dios por la oportunidad que nos dio de estudiar aquí, a nuestros padres por tener la visión de ponernos en este prestigioso colegio y a todas las Madres y profesores por habernos enseñado tanto. Gracias querido colegio Santo Domingo de Guzmán, estarás siempre en nuestros corazones.
Muchas gracias a todos.
Exalumna Lucy Kittyle Trujillo