Durante dos años nuestras niñas se preparan para vivir con intensidad y profundidad este paso hacia la madurez en la fe: participar plenamente en la eucaristía comulgando con el Cuerpo de Cristo. El envoltorio de los nervios, la agitación o los regalos, esconden un encuentro único, el de Jesús que se hace alimento para cada una de las niñas que comulgan por primera vez.