“Tened todos un gran respeto al matrimonio y conservad sin mancha el lecho conyugal …” cfr. (Hb 13,4)
En un mundo que cambia rápidamente, donde los asuntos inmediatos a menudo tienen prioridad, es fácil pasar por alto que el amor genuino, no es solo una emoción fugaz, sino más bien una elección sólida. Se demuestra bajo tres principios básicos: responsabilidad, compromiso y servicio.
El amor no es simplemente una sensación, sino un afecto profundo. Cuidar significa hacerse cargo del bienestar del otro. Debería estar allí, no solo cuando está feliz, sino especialmente cuando se requiere amigos, empatía o ayuda. En el amor, ser responsable significa comprender que nuestros actos impactan a la otra persona y, por lo tanto, debemos tomar decisiones razonadamente y con compasión.
El compromiso de tener un plan no es suficiente, si no hay dedicación constante para ejecutarlo. No se trata de garantizar la perfección, sino de permanecer firme incluso cuando los sentimientos cambian. Todas las mañanas, tome la decisión de nutrir, honrar, construir e incluso si eso significa renunciar a algo. La dedicación genuina no es una carga, sino una decisión libre que honra a la persona a quien ama.
El servicio es el primero entre los tres principios, es la demostración más clara de afecto en la práctica. Ayudar a los demás, no implica perderse, sino descubrir un propósito en la realización de actos amables, en detalles pequeños, como ofreciendo el asiento, la escucha sin interrupción, resolviendo toda situación con resiliencia, y todo servicio debe ser entregando sin esperar nada a cambio, ya que éste es la esencia de la vida y es un acto que enriquece tanto al que da como el que recibe.
Cuando el amor se fortalece con responsabilidad, compromiso y servicio, deja de ser solo emoción: se convierte en acción transformadora. No es casualidad que quienes lo viven así se conviertan en faros que guían, inspiran y marcan vidas para siempre.
El amor de verdad requiere coraje, pero también es la forma más avanzada de humanidad. No hay más acción extraordinaria que amar con tu corazón, tu mente y tus manos, por cuanto este mundo requiere menos importancia personal y más comprensión. Este tipo de afecto no es solo necesario: es crucial.
Y al final como dice la letra de la canción de Julieta Venegas “…Yo te quiero con limón y sal Yo te quiero tal y como estás No hace falta cambiarte nada…”
Autor:
Efrén CherresPadre de familia de la Institución.